El arte y la noción de estilo de Celia se combinaban con el poder y misterio de su voz creando un estruendo en la tarima. El camerino era el sitio donde ella pasaba largos ratos y desde el cual proyectaba su voz antes de que se la viera en el escenario. Un micrófono inalámbrico trasladaba su voz desde este lugar.
En el camerino Celia organizaba, además, todos los elementos que la transformaban en la encarnación de su propia música. Estos trajes, pelucas, zapatos, maquillajes y otros artículos personales son objetos homólogos a los géneros musicales que interpretaba. Los objetos aquí desplegados representan su voz, estilo, música, amor y su profunda espiritualidad.
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